Lo que cuentan las piedras. Daniel de la Guardia

Bartolomé Esteban Murillo, Niños comiendo uvas y melón, ca. 1645.

 

Lo que cuentan las piedras.

En nuestro recorrido por la Orotava, nos hablaba una señora sobre algo que llegó a conocer de boca de sus padres y abuelos cuando era joven. Por aquel entonces llegó a escucharse sobre la muerte de un niño al haber comido de un peral que crecía sobre el cauce del agua, uno de tantos otros casos que se desconocen.

En La Orotava se aprovechaban los caudales de Aguamansa, que se canalizaban a través de una acequia de madera que atravesaba el núcleo urbano de sur a norte para finalizar en aljibes que permitían el riego de las tierras situadas por debajo de la ciudad. A lo largo de la misma se sucedieron hasta trece molinos de agua de los que, en la actualidad, sólo se conservan diez en mayor o menor grado de conservación. De éstos sólo funcionan dos: el de Chano (conocido como Molino de Arriba) y La Máquina (conocido como Molino de Abajo). Desde La Piedad hasta la casa de Lercaro se suceden uno tras otro siguiendo una línea imaginaria por la que en su momento discurría la acequia que cruzaba calles e incluso atravesaba casas. También, como en Güímar, había abrevaderos para el ganado y lavaderos. Los molinos de La Orotava dejaron de ser movidos por la fuerza hidraúlica desde los años sesenta del pasado siglo, pues el agua comenzó a distribuirse por cañerías y dejó de correr por las atarjeas.

Tiempo antes de que pudiera encauzarse el agua, solía llegar al pueblo en condiciones poco higiénicas. En los canales de tea, abiertos, en tan largo recorrido, se veían afectadas por la caída de animales, la tierra tras las lluvias, los efectos del lavado de diferentes útiles o enseres del hogar, etc.

«Este deterioro aumentaba en la zona de los molinos, pues en los reposaderos se acumulaban durante tiempo estos restos o desperdicios, siendo abatidos constantemente por el agua hasta que los molineros, con cierta periodicidad, fueran a limpiarlos. La presencia de estos desechos favorecía la contaminación de las aguas, provocando grandes perjuicios para la salud, al ser las únicas aguas para el consumo durante varios siglos. Los peligros de epidemias eran notorios.

A lo largo de los siglos se demanda una mejor calidad de las aguas, bien a través del cerramiento de los canales, bien con la introducción de una serie de pilares para el abasto humano. Parece que fue este uno de los motivos de los grandes alborotos en 1718, que provocaron que el comandante general Ventura de Landaeta prometiese realizar. A mediados del siglo XIX el médico D. Miguel Villalba, planteaba, ante la gravedad del tema, un serie de ventajas que supondría para la colectividad el corregir estas deficiencias buscando sistemas de limpieza y una canalización cerrada, que también favorecería el ahorro del agua perdida en su trayecto.

Asimismo, se origina en esta época una gran polémica sobre el derecho de las aguas y el debate entre aguas privadas en manos del Heredamiento, o si son aguas públicas. Sin embargo, a pesar de las peticiones no se adelanta en su mejora y habrá que esperar hasta las primeras décadas del siglo XX, para alcanzar un abasto público de mejor calidad y comodidad.»

Fuente: https://historiavillalba.wordpress.com/el-agua-en-la-villa-de-la-orotava/

 

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